Preludio: Desde la plateada joya que de la lluvia cuelga, hasta el salomónico rizo de entrambos polos: ¡qué poco y cuánto a la vez se esconde, fundamento de la vida en su estado más primario! Y con qué látigo subyugaréis, sí, al planeta Tierra, para que no alcance el universo en su conciencia a escapar del elemental magnetismo… Elogiando a ese secuestro, cubierto de sal:
…

Sonia de Klamery (echada) – Hermen Anglada Camarasa
Inciso: Oh del sabor amargo a titanio que inunda cada columna de luz: funesta sonrisa colapsada por una cascada, quinto postulado del pobre diablo que aspira cada píxel. ¿Cómo es el hierro gris sobre la cabeza, cada luminosa pompa en la luna forzada…? Disparemos lejos al fino vidrio de su corazón y el mío. No hay preguntas, solo respuestas:
Relato dosmilésimo vigésimo segundo: Hendía la ciudad su banalísima prosa
en las entrañas de aquel sueño turquesa,
perlas almendradas cual celestes pájaros, así volaban por entre la espuma rebosante, la constante tierna y muelle de aquella empedrada hierba.
Oh, recóndita fosa común donde yace
el segundo lunar pasado en su lengua de luz.
Tal lunar tornado en Luna mezcla de púrpura y animal, anti-cráter de la noche del inglés: entiendes, pues quién no vivió el edificio brutal donde el árbol y la fuente.
La respuesta es
también en la mina de rubíes enquistada en el otro,
suposición de quien compartía en su triciclo norias de esculturas, si conociste vez alguna la negrura del románico. Perchas en la vena, suntuoso cisne; así se supone el degustar cada muerto capilar, zarcillos de un caballo siempre inundado.
A las cuatro.
A las cuatro doblarían las campanas
de un pelo en la universal cabellera, inercia de la respiración resonante, cera y dunas sobre el filamento metálico. Entiendes, pues aunque viviste siempre en la cueva, de alguna memoria sacas el recuerdo de la espina al descubierto, áspero violonchelo de la inclinación. Mátame.
Mas su eco retumbará como la horca
semanas y semanas de ahogo ancestral,
donde residió el huésped meses y meses, bajo el estallido de ondas electromagnéticas: corazón frente al espejo regente. ¿Viste la magdalena de la tracción? ¡Qué sentido tiene! El verde brillante, qué cosa más malvada es hacerme…
La homilía pasada a nefasta broma olerá
dijo entonces el relatado en el acto de fe supremo. Auto de fe más bien es el pajarito y el frenetismo en la bandera tan negra. Escucha este par de palabras, pues necesito que las escuches: por favor.
Por favor.
Por favor.

Figures au bord de la mer I – Pablo Picasso
Inciso-Neo-Lulú 2: Así es el inciso a cada día que parece conducir al algo en tus ojos.
Sombra maldita de que bebe el infinitesimal grado de conciencia, oh, fusión con la genuina orogenia: nunca más estudiaré la química, química, química; nunca sin la luz apagándose a cada instante. Nunca sin el pajarito callando al caído.
Sí, déjame describir un poco; ya sabes que me gusta enumerar…: la sombra maldita, la extraña reacción química y tan química…, el púrpura acartonado, los raíles de tren bajo las órbitas, par de disonantes rayos fijados en el subespacio trivial, brillo tan meloso, par de humores inhalados, pliegues invisibles, donde no hay necesidad de más química ni más química, solamente dos flechas, como también…
Avista de la calavera el cráneo
como mocoso el palo indagando.
…
Recuerda a la sonrisa bronceada por el sucio tostado.
El sucio marrón.
Sí, aunque también al restaurante,
al fino restaurante de la venda de muerte
cual oscura y al acecho madriguera.
Mira, mira, tiene un algo de primate disparatado.
Casi como un cohete,
deseados volcanes como el fuego de un cohete.
No, no, pero baja de nuevo
y observa a la prehistoria en su expresión
caótica, depravada como unos colmillos.
…
Y esos arcos carnosos, quizá neolíticos.
Sí, su telar olerá a animal.
…
Observa, observa la explosión:
la punta de payaso,
estelar como un codo.
…
Sí, quizá como un hombre.
Pues vaya si así se mira,
como dos lagunas profundas, desesperados cuencos.
Y qué de la erosión tan marcada,
pasado de un desierto tan pasado.
Es como un arrecife enjuto, un cactus rojo, sí, así es.
O un monte que a sendas cataratas lentas,
calientes, densas como el tocino deja caer sus pliegues.
Son como bonitas dunas
en magistral ondulación por la física traicionera
al hueso pegadas, falso y perecedero pegamento.
Es como una mentira en la osamenta.
Una máscara que no se sostiene,
y el sudor, y el sudor brotando del ahogado cuero granadino.
…
Camina el elefante por el basto morado.
Dos cápsulas que lo ocultan todo.
…
Mira, mira, es terrorífico, morado bosque,
puerta de Drácula, exaltación blanca como la muerte.
Oh, oh, oh el turquesa brotando de las venas
tan perdidas, ladronas, asesinas, asesinas venas.
…
La indiferencia impera, la falsedad, la no presencia.
Se convierte en pared el oyente y en sueño,
en película española el deseo.
Se convierte en barranco la cima,
se ve desprovisto el cosmos de Justicia
y solo puede reinar el egoísta sonriente.
…
Roca grande y tosca como un simio,
un brujo repulsivo como un primate cuasi vegetal.
Oh, oh, disfruta de la repulsión, sí,
disfruta de la deseada repulsión en el arco alegre.
Todo es un teatro. Las perlas lo delatan.
…
Ha sido disparatado como el cráter bombardeado.
Como el rojísimo elástico.
Corre, corre a torcerte como un cable
en las placas tectónicas y su dorsal oceánica.
Pregunta y vuelta a la suposición: Pero decídmelo, pues la respuesta era suposición. Lo sabéis. Todos lo saben. Menos quizás tú y yo. Decidnos: contadnos acerca de planos paralelos todo, como de generadores de Van der Graaff sobre el parqué tan caliente. (¿Por qué la miel ahora…? No, yo no sé cuál será la palabra más difícil, pero no, nunca es perdón). Contadnos sobre el condensador tan circular y su energía, por favor. Contadnos sobre el láser por sobre la pirámide, el examen suspenso el día de persianas tan bajas… contadnos el momento mecánico por sobre la perla escondida en el tejido estriado, bolsita final del segundo principio termodinámico… Contadnos entre los que sabremos ya tan bien el imán, cada nervio de la estatua fijado allá, tangente al final de la existencia: es tan claro el vector del cupiere ojalá Cupido en el fascinante rubí. Salomónicas, también, fuentes, tal vez doradas, venida abajo de la caverna que tiende a su boca. Oh, aroma a biología, neutro agarre de, sí, sus fuentes, paralelo a la pronación de cada escápula, supinación de las joyas de la reina. Reinas, quizá, cuando pasado el budismo queda solo el castillo de a ambos lados un diamante. Abierta la crisis ya de su estructura, funda su paralela la base en infinitos movimientos desde el Bautista. Así era, o quizás, la variante, doble caudal, demostración de Poiseuille en cada onda sonora lanzada al aire, exaltación del más bajo álgebra. Dijo que cabalgaba a la sazón, como un río, el ánfora cada voz ronca y hierática. Del rojo queda el rastro de las caballerizas, el éxtasis, el prístino impresionismo, y el momento de inercia en uniforme desequilibrio. Sí, el titanio donde el corazón todavía lloraba no compartir respuestas. Escucha este par de palabras: por favor. Si te tienes que quedar con dos palabras, que sean estas dos: por favor.
…

Los esfuerzos estériles – Salvador Dalí
Automortificación: ¿Qué motivo subyace a uno cantar los dolores del dragón funesto? ¿Por qué gusta tanto ser el gusano de la pluma? ¿Por qué rememorar la súplica a las paralelas arrugas y a la cónica de incomprensible excentricidad? Honrabas la zanahoria en el calcetín, el mosaico en el plástico, y cuando creías que la jornada rubia suponía el poema, vivías también la catarata ajena; burlabas y anhelabas el canasto estúpido, el par de gafas doradas, y qué había en aquello sino…
Escucha hay algo que no debes olvidar Escucha
Desde el sendero brillante viste la acera
oscura oscura como los caracoles
Sí Pasaste de largo centrado en el verdor
de tu flor propia pero no miraste
La sombra seguía seguía en su caparazón absurdo
No lo imaginabas como no imaginabas
que ante el agua reflejada y el estiércol alucinado
eligiera ay sí eligiera
Pero imaginar sin rozar el peligro
pensar en la esfera tan clara
en la esquina tan rugosa
en las manos tan trabajadoras honrando el mimo
es olvidar cómo la suciedad vuela y vuela tan bien
…
Vivir en la inercia de un caramelo envenenado hace milenios: ¿por qué? Por qué… Día después, anteayer fue nunca jam… Pero te escucho: «Yo quiero vivir todas las emociones. No solo la felicidad. También la ira. O la tristeza. No todo es paz». (…). «El ser humano prefiere llevar la razón antes que ser feliz». (…). En realidad se está diciendo «en última instancia, de alguna manera, creo que la ira o la tristeza son compatibles con la felicidad». O, incluso, que no puede existir felicidad si previamente no se sufre. De ahí que quizá ante la sentencia inicial, «el ser humano prefiere llevar la razón antes que ser feliz», quizás quepa más decir «el ser humano piensa que llevar la razón le hace feliz», donde llevar la razón es enrocarse en la idea de que ese batiburrillo de vaivenes emocionales le convienen de alguna forma. (…). Son los ocho dharmas mundanos. Buscar placer: Darle «importancia» a la vida, magnificar los problemas para sentir que tienen una relevancia elevada, sublime. Sentirse el protagonista de una película auto-construida. Evitar el dolor: Aliviar el vacío existencial derivado de una vida presuntamente monótona. Una realidad emocionalmente constante se percibe como indeseable por aburrida. Así, se pueden «inducir» altibajos de forma inconsciente para soslayar ese problema raíz. Buscar reconocimiento: Una vida emocionalmente cambiante resulta atrayente socialmente, pues aporta novedad constante a los demás, tema de conversación, emociones fuertes. Se fuerza la generación de un compromiso de escuchar, atender, ayudar, apoyar… la situación propia. Incluso, dando lugar a un rechazo por parte de los demás, como por medio de la ira, se posee la sensación de que se ha llamado la atención ajena. Evitar el «anonimato»: Una persona que no muestra vulnerabilidad emocional alguna se figura «poco humana», pasando desapercibida a ojos de quienes necesitan un estímulo más allá de la generosidad, el amor, o sencillamente compartir una situación de paz. Buscar posesiones: La identidad se adjudica toda una serie de características que pasan a «pertenecerle»: «Yo soy lo que pienso y lo que siento…». Si los sentimientos son siempre positivos, uno no termina de convencerse de la identificación sentimientos-definición propia. Se requiere de esos sentimientos para compensar ese vacío existencial. Evitar pérdidas: Sufriendo mentalmente por algún evento, sea por dolor o ira, inconscientemente se siente retener el objeto de la tristeza o del enfado, como tras una ruptura amorosa el dolor restante supone el vínculo con el pasado. Pareciera que se puede evitar lo inevitable induciendo una ligera automortificación emocional, ese regodearse en el nudo formado en la garganta, o en la ira que brota por cada conducto sanguíneo. Buscar alabanzas: Cuando uno vive inmerso en una piscina de «emociones negativas» los demás pueden, por tendencia, mostrarse menos duros, elogiar la fortaleza de la persona en el tratamiento de la situación y apoyar su causa de forma que la persona se vea validada por los demás. Evitar las críticas: Si una persona no se encuentra en un estado de plena satisfacción que muestre a los demás, por tendencia se le va a envidiar menos. Las envidias encubren usualmente críticas. Por otro lado, la persona se hace invulnerable al buscar los demás no dañarla más, no hundirla, o incluso al representar el estado aflictivo una defensa ante las críticas que sí se dan: «Tú no lo entiendes. Tú no sabes por lo que estoy pasando. Los demás no son capaces de valorar estos problemas, pero son muy reales».
El pasado, melodía que resuena vez tras vez como el pianista lloroso: jengibre inducido sutilmente a cada corriente eléctrica en su recorrido por mí, mí: él, él, que me hace retornar al claro de luna, tan lento… Lentitud eterna, no-avance, ancla a unos arbustos, a un invierno, a infinitas fantasías del cielo tan profundo; ¿por qué humillarte en este trance eterno? No es una respuesta, no te leí; no sé qué digo. Por qué te haces esto, donde puede reinar la cruz dispuesta en dirección a la luz, donde puede el pecho alzarse dominante, pimienta de miradas impregnada; montando la nube, así figurándose el jeroglífico de ir tan rápido mañana y tarde, tan rápido… Rapidez continua, constante avance, célere se disuelven los años y aún me apuñalo con mis propias manos día y noche en la incredulidad de que pueda a mi margen haber colapsado el volcán y arrasado tan gustosamente los colindantes montes, tan pulidos… de que pueda el avión haber surcado la atmósfera de Venus, sin más, como si jamás así aconteciera, y retornar de Venus a la Tierra y de la Tierra a Venus y de Venus a la Tierra, y de la Tierra a Venus, incesantemente… de que pueda el triángulo ABC ser semejante, Dios mío, al triángulo A’B’C’ (por favor, por favor…), ya en el doble diamante, ya en el doble caudal, penetrante en lo más profundo del alma escena…; de que pueda una corriente alterna haber hecho resonar vez alguna aquel circuito, sin impedancias como las que a ciertas frecuencias, ay, por Dios, nos frenan cuanto por años hubiéramos construido…; de que autoinductancias pudieran haberse despreciado en el roce cósmico de aquel cuadrado, anhelado solo como círculo, cuando la contraelectromotriz fuerza es la única realidad de quien duerme sobre la madera… Sí, en la incredulidad maltratándome por saber que en realidad creo, tengo fe, demasiada, aunque nunca en mí, sino en la certeza del atado nudo en la garganta, la inundación del rosado condado, absorción del poder más celestial, lenguas de arena sobre el mar y sus olas, una vez, y otra, y otra… oh, cada cuchillo clavado así rompiendo toda imaginada armonía de las esferas, solo para gemir una tan lejana música, son del par de péndulos que, olvidados de las leyes físicas, dejan de medir el tiempo, cronómetro solo de un eterno presente… soñado… ojalá soñado solo en mis sueños, oh… Y la conducción impecable allá, allá lejos, tan lejísimos, donde para el mundo siempre habitaré en el más tierno olvido…
Atásteme a la cruz del hundir mis raíces en una sola iglesia, de fingir ver santos donde cuando menos descuartizaron con la pintura barroca al así creído cabeza del deseo: melenas vendidas a Dios, estudios arrojados a la hoguera, pensamientos tragados frente al Santo Oficio, energías sepultadas bajo la islámica provincia. Cruzadas en un cosmos donde el liberalismo reina desde que tuviera su origen, absurdez consumada del dedícame a mí esa ofrenda, aquel tesoro divino que es el contemplar el otoño con delicadeza, el ver en cada ola del mar el iris de quien pudiere recordarte al otro lado del océano, inhalar de la lluvia el mismísimo amor… Por qué te apuñalas así contemplando la botella y el papel flotando a la deriva, cuando a lo sumo es capricho… ojalá a lo sumo fuera capricho… pues sí, incrédulo, mas ferviente me maltrato pensando que no lo fuera: si la verdad no fuese aquella, si fuera reflexión del naranja más allá del agarre a la estantería en sollozos que nunca llevan al éxtasis…, ¡qué dolor inaguantable, Dios mío…! Oh… Deja de pudrirte: por favor, por favor, por favor, te lo ruego; solo te lo refiero a ti. Solo a ti: por favor.
Buxtehude – Chaconne in C minor, BuxWV 159
Johann Pachelbel – Ciacona in F-minor
Intransigencia: Yo también me niego, si es que eso es posible. Yo supongo que hay quien puede poner en venta productos que todos les van a comprar. Una empresa estadounidense puede negarse a no vender; una burundiana, quizás no tanto… Pero da igual. Algún día, algún día dejará el salmón ahumado de apestar en Noruega. Tortúrate pensando que allá lo alimentarán en tan densas piscinas, acumulando solo grasa, grasa y más grasa para vuestro disfrute una vez se encuentre ya recostado, abierto a la espalda, muerto, entre vuestras fauces, violentos carnívoros… Ahora empápate del espíritu de Alaska: seré el clérigo, el actor; seré el santo: seré el intruso. Porque me niego. Me niego.
Hay quien no conoció el vagar por Manuel del Valle el día de la plateada joya. Hay quien conoció el vagar por el monasterio y encontrar al Mesías. Hay quien no conoció beber de un adagio la carencia de la letra v. Hay quien conoció el poder energizante y melódico, aspirado para escribir un nuevo capítulo en la incesante historia. Hay quien no conoció la embestida brutal contra el muro, la construcción de un imperio de marismas. Hay quien conoció sacar de la castaña oscura, de la magia pútrida y del umami la cruz amarga y la correa. Hay quien no conoció la nieve en el invierno, los bosques caducos del siempre satélite Europa el día del cristal fundido. No, no, no conoció la mesa de madera sino para el ojo oscuro, nunca para la flor nevada. Hay quien no conoció el dolor. Pero peor es sentirlo sin saber qué es. ¡Ja!, por eso yo también puedo negarme, Dios, envenenado artíficie del que residiera en el dolor el maestro de penetrante lumbre…
Otra vez: A las cinco. A las cinco. A las cinco era el corral en estampida por sobre el río infesto. A las cinco era el mar en el arrecife rojo ya conocido. El par de lápices, dos cataratas. Mara, rey; a las cinco. La química consumida en el reto de la respiración las cinco de tanto después. Pero no hubo ángeles. A las cinco, a las cinco hubo solo un no negarse y un huir retornado a la figura grotesca. Un la noche reírse frente a la Sabiduría cumpliendo años, conociéndose haber colaborado a la construcción. Pero el otro es el oráculo agitado frente a las sagradas escrituras… Cuando llega la ecuación. ¿Por qué no se resuelve la ecuación por igualación? Esa pregunta lanzo al mecánico. Qué complicación. Pero tendrá más mérito. A las cinco. A las cinco. Ese es el mérito. O eso creo yo. Soy una máquina anclada a su algoritmo. Confúndeme.
…

Figures au bord de la mer II – Pablo Picasso
Continuación del relato dosmilésimo vigésimo segundo
A las cuatro.
A las cuatro esa fina reflexión del azul
que en tu mente rebotaba cual Iglesia romántica
oh, hojas teñidas del negro Oriente la velada estival,
la mezcla mejorando la final alquimia,
las sábanas viejas desvelará,
en durmientes perlas acogidas por el libro
que no abierto desconoce el genuino brillar.
Sus páginas cubrirán de oscura tinta
la última hora como tú no lograste
el espejo pulir en la fingida dicha.
Las tinieblas ¡qué claras se tornarán!
¡Cuán diáfano el oscuro, oscurísimo diente
clavado en el monte lunar!
¡Y ya que si el lunar… lunar es el pensamiento de cada cabello viajando por cada tornado de Júpiter, oh, Dios mío, por favor…!
A las cuatro.
A las cuatro el escarlata, ¿rogará
el reverberar ventoso de su verdad,
o preferirá el tierno mordisco
solo en su silencio, en su silencio tan tranquilo?
La escena, el par de histriones, la luz marchita,
la flor ajena, Dionisos gozoso, el libro cerrado:
Intensidad, fluidos, técnica, fuente, estatua, brotes dorados en la esquina de mi lápida.
A las cuatro.
A las cuatro.
A las cuatro el techo se desplomará
consumándose el arrebato invisible
de aquella fuerza inhumana,
presión del batallón bajo el morado oculto.
Oh, oh, oh, advierte la desdicha de la cúpula
que predice el reinado clandestino.
Oh, oh, oh, inhala al fin el fuego
que la de tu cuerpo pira invade el cosmos entero.
Siente la verdad cruda a las cuatro,
a las cuatro encendiéndose la hoguera ajena.
Las mudas estrellas en ti imperando,
los rayos besando tus finos labios,
tus cabellos en anhelo de la fresca brisa:
la verdad a gritos del castigo propio,
las espadas engullendo la carnosa joya,
el espíritu esfumado a la misma estratosfera:
Cantado el alarido de quien es perseguido por el que asesina, lobo, lobo, lobo… loba.
A las cuatro.
A las cuatro.
A las cuatro, a las cuatro quedarás sepultado
bajo la esmeralda fugaz de tu único deseo;
a las cuatro, a las cuatro las luces apagarán
de la falsa película los rayos de la idea purísima;
a las cuatro, a las cuatro el establo
al aire más liviano aunque engreído en su cian
esculpirá la figura del animal sagrado;
a las cuatro, a las cuatro la escalera al paraíso
robarte habrán como nunca fue tuyo,
como siempre fue suyo como el rayo de Luna.
Sí… Cloe…
A las cuatro…