¿Cómo expresártelo? Es la danza humana de toda esa energía, depósito suyo el foco de luz que apunta al ojo, y que quiere ver lo que dice ver. El morado ve, y el morado ve, pues el morado quiere ver. Contempla la carne tan cruda frente a la explosión deslumbrante. Sí, sí, pues falta la inspiración donde se ven los cables tan fibrosos, tan fijos: obsérvalo estático al mecanismo, acumulando y acumulando hasta que hácese la luz aun rompiendo la ley del no-tiempo… Ese relámpago que dispara a las tres: absurdez consumada en el par de manos, estética reciclada de la planta muerta, ladrillos rotos y secos, el apagado monasterio, donde reinara allá la Casa Encendida. Sí, mas, ¿y qué tiene que ver lo del par de manos con la Casa Encendida? Es arte. Arte, amigo.
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Francis Picabia – Totalisateur
Nunca llegaré a ser lo que no creeré ser. Ponerse las manos frente a la cara, quizás frente a los ojos, mirándoselas, mirando hacia el frente, oh vago lenguaje y pobre; y ser sus manos… Ser no Erató sino el par de manos prendidas por el escarlata de lo neutro, insaciables bofetadas cargadas de dichosas lágrimas. Negrura del iceberg, estudio del trópico, eso me interesa ahora, ¿sabes? Nunca me creí más atraído por el estudio de las drogas y la ninfomanía que por la historia de nuestro comercio, presidente. Quizás las palmeras al fin sobrevuelan el haber olvidado la muerte, la muerte tan dulce en casas mejores que las de los vivos…
Ciertamente, cuando experimentabas las radiaciones de los apacibles y de los irritados en el Chonyid Bardo, incapaz de reconocerlos, el miedo te hizo desvanecerte durante tres días y medio después de tu muerte. Luego, al recobrarte, el Conocedor se ha levantado en ti en su condición primordial y un cuerpo radiante, parecido a tu cuerpo anterior, se ha lanzado de pronto, como dice el Tantra: teniendo un cuerpo semejante, pero sin carne, al anterior a este que súbitamente se ha manifestado, dotado de todas las facultades de los sentidos y poder moverse libremente, estando en posesión de los maravillosos poderes kármicos, visibles a puros ojos celestiales de los seres del bardo, de naturaleza semejante a la tuya…
Es culpa de Erató. Es culpa de Erató. Ella sorbe cuanto de la noche verdosa surge en mi cabeza, cuanto para mí indican el Claro de Luna, el romance medieval o la iglesia derruyéndose. Erató me dice que no es lícito el refulgir azul de las palabras, el ocre canto de cuanto allá permanecía, oculto… Oculto como el comité rojo, ay… Vuelve, trópico mío y siempre mío:
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Charles Meyner – Erató, musa de la poesía lírica
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Henri Toulouse-Lautrec – Lavandera
Sutil cristalera a veces tornada en bollo macizo: a ti te pregunto, ¿cuánto tendré que estudiarte? ¿Eres como la música de las esferas, violonchelo durante el invierno, o eres acaso como la S estilizada del seno hiperbólico, función elementalísima…? Pues donde parece haber cloro solo hay la vejez; sí, en las cebras no hay cabida para el combate, en apariencia… Mas recuerda: Nunca llegaré a ser lo que no creeré ser. ¿Y qué era una flor…?
XXV
Tu mettrais l’univers entier dans ta ruelle,
Femme impure! L’ennui rend ton âme cruelle.
Pour exercer tes dents à ce jeu singulier,
Il te faut chaque jour un cœur au râtelier.
Tes yeux, illuminés ainsi que des boutiques
Et des ifs flamboyants dans les fêtes publiques,
Usent insolemment d’un pouvoir emprunté,
Sans connaître jamais la loi de leur beauté.
Machine aveugle et sourde, en cruautés féconde!
Salutaire instrument, buveur du sang du monde,
Comment n’as-tu pas honte et comment n’as-tu pas
Devant tous les miroirs vu pâlir tes appas?
La grandeur de ce mal où tu te crois savante,
Ne t’a donc jamais fait reculer d’épouvante,
Quand la nature, grande en ses desseins cachés,
De toi se sert, ô femme, ô reine des péchés,
– De toi, vil animal, – pour pétrir un génie?
Ô fangeuse grandeur ! sublime ignominie!
Baudelaire – Las flores del mal
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Charles Hermans – Circe
Las enredaderas son bajo las estrellas, es cierto, flujo menos preciso del filme poco colorido. Es el no pensamiento donde se procuraba la claridad de ideas. Así pues, ¿cuál es el proyecto? Victoria, sí, yo seré Victoria y Valentía. ¿A? No… C. C. C. Siempre será C. ¿Quién? No lo sé. Delfos cantaba de manera distinta a Safo. C. canta de forma distinta a C… No entiendes nada. No te preocupes. Es mi dormitorio. ¿Me ves vestido? La chistera embebida en la estatua que no aflora, por batallas pasadas. Mmm, pero degusta cada bermejo reflejo… La Gran Vía, camino a la Reina: voltaje del totalizador descargado en instantes sobre la Luna. ¿Imaginas al tatuaje? ¿Imaginas a la piel blanca y algo mayor? Solo si es el día del espejo, no si es Jerez. ¿Entiendes? No: no entiendes. Lo siento; de veras. lo siento, pero, si llegaste aquí, sepas que ámote como ser humano más que a (casi) cualquier faro. ¿Te acuerdas en realidad? El libro verde, el estudio de Platón: «A la literatura hay que llegar vivido». Te lo compro como no la estética. ¿Mas qué es «vivido»? Si no es no-Borges, si no es Álvaro Mesía ni don Fermín de Pas, dime, ¿qué es? No, a ti no. A ti. Pues sí: el trabajo en vano de mesas verdosas, el paracetamol cuando la brisa oscura de Dafnis y Cloe por febrero retumbaba en tus oídos también es vida. Cuando la parafina ardía en el recodo a la sazón budista, ahora figurado un cuasi burdel, sí, sí, sí, sí, sí. No, no, no, no, no:
Nadie les asegura la más mínima calidad de aquellos escritos, aunque mi yo del momento se sintió conforme con lo que entregó a aquel amor platónico de su adolescencia.
Maurice Ravel – Daphnis et Chloé, Suite 2
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Charles Hermans – The Connoisseur
Fíjate en cómo las cartas vuelven una vez, otra, otra… En cómo al libro funesto del pasado acuden todos los estudiantes. ¿En mi caso? En mi caso es la nuez, la cascada, el monte, la transición del carmesí al ocre, o bien al negro, o bien, cuando hay la preocupación, a la desnudez de un cuerpo. Es la verticalidad forjada en su rememoración perpetua, nueva versión de la redondez del pour exercer tes dents à ce jeu singulier; es Schindler cuando el cumpleaños, es el piano vibrando en su alma; es Manas bailando cuando la fuente es pura, creído su peplo de vino manchado, como ya decía… ¡Qué tiempos aquellos del dandismo desaforado, noche de ventisca, hojas cayendo, solo por unos cuadros cubiertos del caos español…! Sí: «¡!». Sí… Esa es la cara de sorpresa frente al «No tanto como habría querido», frente al morado colorido, estúpido comentario. Vuelven, vuelven los libros: de las cuatro, a las cinco… A las cinco dije…
Pero oye: no soy el único. No solo yo vivo en el divorcio de la pareja gallega. No solo yo vivo con ansiedad el juego de cartas entre las paredes, gafas del iluminado. Míralo a él, por ejemplo, objeto de una interpretación menos sutil, copas del árbol a las que sube con el láser morado recién comenzada la oscuridad. ¿Así, así también vivió el estudiante C.? ¿Así también? O mírala a ella, víctima del pajar, plástico tornado en vivienda, tiempos de la supuesta fiesta, palabras insinuadas durante el ordenador, kindle con Dostoyevski. Observa la feminidad colapsada sobre sí misma, buscando a la desesperada su reconciliación, donde el sol fijó un contexto que lleva al dolor, al displacer, a la mera indiferencia mecánica. Sí: observa cómo apela a la hoja cuando en el fondo sabe que solo el pajar es cierto. Oh, oh, oh: pobre estudiante. O míralo a él, obsesionado con Einstein, con la mesa de estudio reservada al caramelo genético. Míralo, estatua flácida, anti-C., mero estandarte del esfuerzo que no es esfuerzo. Y es duro decirlo, pero es cierto, amigo. O mírala a ella, leviatán de cuatro días, solo pabellón blanco como herramienta para con el paraíso: máscara solo empleada, oh, para la destrucción del corazón de otra… Así es, mas no son cartas. Ahí la carta soy yo… O eso creí que sería… No me importa.
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Charles Hermans – At down
Mas, ¿sabes? Algo llegó a su fin. Para siempre. La prédica infinita ha de al fin tomar forma como cápsula. Sí, la genuina separación del… ¡Es indescriptible! De todas las formas posibles: de todas, y sin embargo todavía, cuando acaba el camino, no he sido capaz de describir con una palabra… Deformidad. Pero deformidad bellísima. Tan bellísima… sí, respira, pues el avión no es tuyo, es ajeno. Los tirantes aprietan donde tú no has estado. Es posible, incluso probable, que el cometa torne el futuro en tal bellísima deformidad, mas el presente es el que es y las manos del tres perfuman la estancia muy lejos de aquí… Deja de un lado las sombras, deja tú también el eco en las paredes, el mecer de las maderas, deja el sabor: pues son dos palabras; deformidad y sabor. Lo es todo. Deformidad, y sabor. Como el diablo mismo. ¿Qué importancia tengo? Sí, polvo y más polvo. Repítete, repítete, repítete, pues mientras lo hagas seguirás anclado, anclado, anclado… Pero se acabó. Ya no me repetiré. No se me repetirá. Te lo aseguro. Adiós, sabor. Hasta que seas como el perro andaluz no vuelvas a mí. Y entre tanto, ¿qué invitado? El estudio, sí. El estudio de…
Desde la plateada joya que de la lluvia cuelga, hasta el salomónico rizo de entrambos polos: ¡qué poco y cuánto a la vez se esconde, fundamento de la vida en su estado más primario! Y con qué látigo subyugaréis, sí, al planeta Tierra, para que no alcance el universo en su conciencia a escapar del elemental magnetismo… Elogiando a ese secuestro, cubierto de sal…
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Salvador Dalí – El gran masturbador
Ahora es el conflicto PSOE-PP. No sé quién ganará las elecciones. ¿Sabes?: la guerra y la paz son ambos, la estética y la ética. Indochina y Canadá. El arte y las tumbas. El feminismo y la feminidad. Izquierdas y derechas de mi corazón, conciliad a Ernesto Castro y a Osho, conciliad a Fernández Liria y a Deida, conciliad a Escohotado y a Escohotado. ¿Dije que no me repetiría? Perdona: son personas distintas. Tiempos distintos. Rameras y esposas y Retrato del libertino. En cuanto a de Prada ya no sé yo… ¡Y me voy a censurar yo como Bellido Morillas!: Coños. El PP y el PSOE. Siempre el PSOE y el PP. ¿Dije que no me repetiría? La deformidad me inunda, porque es mi musa… ¿Qué haré sin ella, cuando Erató solo busca sabotearme? Bah, bah, ¿de qué hablas, si ya clamaste eso hace año y pico, y acá sigues, pseudo-inspirado, por más que nadie lea cuanto incomprensiblemente sigues escribiendo? Como hace año y pico… Y mejor: dos, ya dos. Dos, Dios mío. Pues es universal:
Blancura
Espina tú, oído blanco.
Mundo, mundo, inmensidad del cielo, calor, remotas tempestades. Universo tocado con la yema, donde una herida abierta ayer fue abeja, hoy rosa, ayer lo inseparable. Soy tú rodando entre otros velos, silencio o claridad, tierra o los astros; soy tú yo mismo, yo, soy tú, yo mío, entre vuelo de mundos bajo el frío, tiritando en lo blanco que no habla, separado de mí como un cuchillo que separa dos rosas cuando nieva.
Mudo de noche
Las ventanas abiertas.
Voy a cantar doblando.
Canto con todo el cuerpo,
moviendo músculos de bronce
y sostenido el cielo derrumbado como un sollozo retenido.
Con mis puños de cristal lúcido quiero ignorar las luces,
quiero ignorar tu nombre, oh belleza diminuta.
Entretenido en amanecer,
en expulsar esta clarividencia que me rebosa,
siento por corazón un recuerdo, acaso una pluma,
acaso ese navío frágil olvidado entre dos ríos.
Voy a virar en redondo.
¿Cómo era sonreír, cómo era?
Era una historia sencilla, fácil de narrar, olvidada
mientras la luz se hacía cuerpo y se la llevaban las sangres.
Que fácil confundir un beso y un coágulo.
Oh, no torzáis los rostros como si un viento los doblase,
acordaos que el alba es una punta no afilada
y que su suavidad de pluma es propicia a los sueños.
Un candor, una blancura, una almohada ignorante de las cabezas,
reposa en otros valles donde el calor está quieto,
donde ha descendido sin tomar cuerpo
porque ignora todavía el bulto de las letras,
esos lingotes de carne que no pueden envolverse con nada.
esta constancia, esta vigencia, este saber que existe,
que no sirve cerrar los ojos y hundir el brazo en el río,
que los peces de escamas frágiles no destellan como manos,
que resbalan todas las dudas al tiempo que la garganta se obstruye.
Pero no existen lágrimas.
Vellones, lana vivida, límites bien tangibles
descienden por las laderas para recordarme los brazos.
¡Oh, sí!, la tierra es abarcable y los dedos lo saben.
Ellos ciegos de noche se buscan por los antípodas,
sin más guía que la fiebre que reina por otros cielos,
sin más norte, oh caricia, que sus labios cruzados.
Donde ni una gota de tristeza es pecado
Allá en los montes otros,
cuerpo perdido, mares retirados;
allá en los montes otros,
donde ni una pena pequeña o engendrada
se lamenta como un hilo blanco,
como la brisa o barco derivando.
Allá por las serenas
luces de más allá, más todavía,
por donde los navíos como rostros
dulcemente contraídos no llevan su pasaje,
pero resbalan mudos
hasta dar en lo opaco como lienzos.
Todos dormidos,
mares, túneles, vientres y cadenas,
todos respirando despacio
una tinta emitida por una boca triste,
todos echando luz o pena como lana,
todos aquí besando el cristal mágico.
Como leche extendida,
como zozobra que se aplaca,
como empañado espejo que no es ojo
porque como está gris el humo es suyo,
todos piedras redondas como cielo
descansan su destino tibiamente.
Adiós. Ruedan las dichas,
ruedan penas de hierba sosegada,
ese rumor blandura o esperanza,
crepitan ya los ayes amarillos
que bajo el pie son aguas como espejos.
Inauguran festejos las espinas
que en silencio desfilan sin herirse,
estallan los contactos al pasaje
bajo nubes rizadas como adioses.
Adiós.
Bajo las sombras,
por entre las ruinas y los pechos,
tropezando en esquinas o en latidos,
sombra, luna, pavor velando pasan,
mundo
(adiós)
trasladado
(amor)
remoto.
Vicente Aleixandre – Espadas como labios
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Henri Toulouse-Lautrec – Dans le lit, le baiser
Jules Massenet – Thaïs, DO 24, Act II Méditation
¿Qué tienen el sánscrito, el griego, el latín, las matemáticas o la notación musical? ¿Qué hay en ellos que los torna radiación de fondo de microondas? ¿Qué poder tienen, de veras, en lograr hacer sonar la viola? ¿Y qué tiene de sensual la línea por sobre la madera antigua, convenciones o humanas o bien verdadero mejor de los inventos? ¿Qué tiene la lección sobre integrales antecedida por el pabellón, siempre pabellón, ya lo sé, oscuro? Pues recuerda: Mundo, mundo, / inmensidad del cielo, calor, remotas tempestades. / Universo tocado con la yema, / donde una herida abierta / ayer fue abeja, hoy rosa, ayer lo inseparable. Y eso, sin espejos. ¡Sin bigote, sin espejos! ¿Y cómo se puede desear acaso el armónico por sobre la integral famosa? No te quedes en trigonometría, estudia la circunferencia. Estudia la perfección. No te quedes en las paralelas, no, baja al círculo. Tú me entenderás cuando el pabellón se torne en luz y no-frío. Me da igual la falta de belleza por un lado si la hay por el otro. ¿Y qué obsesión es con la belleza? ¿Qué pasa con el dolor…? Sí, el siglo XIX es burbuja que ser contemplada desde fuera, amigo, como la hueste de los serafines… ¿Así te quedas tan pancho con el sufrimiento ajeno? ¿Queriendo Freud y Lacan, sueño destronado, cuando no anarquismo en todas sus vertientes, el comunismo de la noche, fémina violenta? Y yo diciendo que dónde la habría, cuando es la búsqueda. ¿Y adónde quedan relegados el rey, el mago, el guerrero y el amante? Eso me pregunto yo: al arte, al arte de esculpir la figura, escultura instrumental para el fin del hombre; fijación a un mecer las cuerdas, mas antes el cojín habrá de ser rojo. ¿No es? ¿No es…?
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Man Ray – Le Violon d’Ingres
No entiendo nada. Nunca acierto a comprender la inercia vital de todos nosotros. ¿Quién se escapa a esto? Hablaba de esto con un amigo. Hablaba de esto con otro amigo. Hablaba de eso con otro amigo. Con una amiga. Y conmigo mismo. Los otros son cuales postes frenéticos en el acelerar del tren:
arbustos matorrales campo maíz no maíz quizá no eso es invento del cine madrid casuchas ríos blanco y negro perros andaluces cantándome al oído ton ton ton ton ruge el tren ruge ruge como pim la banalidad en su cénit como la danza humana mañana en que duermes arte amistad observa estate pendiente córdoba córdoba madrid pero nunca cuenca observa bien la física vas a 300 y tu tiempo se comprime vivirás un segundo más envejecerás un segundo más lento si estás en ton ton ton ton toda tu vida matorrales fábrica abandonada pim caos absoluto sevilla y suciedad
¿No sé escribir? Mírame: seré Picasso porque Picasso es humano. ¿Aciertas a ver el manso toro pastando en la Luna? Allí reside el físico, amigo. No comprenderás. Nunca comprenderás la arrogancia, la jactancia, el ser demonio de Laplace: imagina que cada impulso tuyo fuera solo consecuencia de la distribución concreta de las partículas que te constituyen. ¡Bah, no, no me hables de la interpretación de Copenhague! Míralo, si ni siquiera sirvió a su Gran Imperio. Tú como resultado de mera información física de momenta lineales, de posiciones; no, no pienses, el momentum tuyo íntegro es inservible para el estudio de tus pensamientos, pero están determinadas ya esa figura tuya, cuerpo tuyo, mente tuya, energías tuyas. Que la entropía pueda crecer en ti. ¡Ay, ay! No lo comprendo. El envejecimiento, ¿por qué? No sé escribir, solo hablo de entropías en cuerpos, doctrina cristiana, cueva budista, sabio estéril del monte; o quizás control y control. Fue la fuerza del control sobre el pajar durante siglos. Cual Mefistófeles.
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Germaine Krull – Études de nu
Richard Wagner – Tristan und Isolde (Liebestod)
Y luego es el socialismo. La vida siempre en su bucle: drogas, libertinaje y socialismo. Esfuerzo, abstención y capitalismo. Pero a la vez, de alguna forma, se asocia lo más miserable con lo más excelso, subproducto del tríptico del jardín de las delicias. ¡Qué detallismo infinito, qué trabajo más cuidado conduce a la moral! Y sin embargo no puede separarse de la estética. ¿Por qué hacer esa diferenciación? Sí: mostrar a Dios por el diablo, siempre, de forma sugerente. Mostrar a Dios por medio de nuestra insignificancia en el cosmos, la cercanía genética del hombre con respecto a un grano de arroz, como dijera Rafael Argullol, que no sé quién es. Tú tampoco lo sabes. Él, parecido a mí, tampoco. Pero si no existe es parecido a mí. 22/7/23: Observo, observo y observo por observar, sin nada más. Es un placer en sí mismo, por más que a menudo las observaciones se acaben olvidando con el tiempo. La contemplación, vamos. Pero la contemplación no siempre es de lo elevado, sino también de lo más banal. Y con banal ya no solo me refiero tampoco a mujeres que vea yo, y de las que procure penosamente una respuesta visual, como esperando ese chute de amor propio tan brutal que eso supone, sino que a menudo es meramente el morbo, o lo que sea, de en torno a algo. Un ejemplo suave, pero por ello más frecuente, es el de observar las parejas. Se observa a una pareja y se compara el lado femenino y el masculino. Y sorprendentemente se me figura un caso: que todavía no he visto yo a una mujer guapa con un hombre feo, sino que en todo caso se ve a un hombre guapo con una mujer fea. O lo que es lo mismo: las mujeres siempre van con hombres más guapos que ellas, menos cuando yo estoy implicado en la comparación, en cuyo caso por supuesto todos los hombres son inferiores a mí en comparación a mis asimismo sublimes amadas, por más que sean sus verdaderos amantes. La tristeza, la tristeza… eso da Rafael Argullol. Pues la contemplación es solo eso. Tira tu bomba atómica, pues más de la mitad de la humanidad son moléculas. Hiroshima. Nagasaki.
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Hans Bellmer – Die Puppe
Dedúceme la fórmula. Hay belleza y hay dolor. No hay nada más. En el arte no existe la indiferencia. El edificio gris es como el champiñón cabizbajo del decimonónico paraje, y es indiferente, por lo que jamás podrá penetrar el Liebestod. Sabrá la cerveza, sabrá el marinado salvaje, quizás pepino, mas nunca sabrá las olas rompiendo la noche de tormenta. Nunca verá en la flor más que motivo para fotografiarla, imagen archivada hasta su muerte en la falsa memoria, nunca en la suya. Porque relegamos así ya no nuestra memoria a las letras, sino a la falsa memoria. Me acuerdo. Ya entonces era la gafa de sol. Mas, ¿y no había no vuelta no vuelta no vuelta? Cierto es. Pero hay belleza y hay dolor, por eso hay vuelta vuelta vuelta. Dedúceme la fórmula, pues soy ahora el inventor de mi propia destrucción…
Es fácil: no hay condensador ni autoinducciones, no hay Eratós ni lavanderas, tampoco hay la mujer marchitándose tras de la deformidad bellísima, extraño asteroide; no hay dandismo bajo el azote de la lluvia, romántico recuerdo, distorsión del grisáceo; no hay la fiesta tomando al azul, caído, revuelto, montes de Venus y pendientes, una bajo mí, otros colganderos no del Mala, sino del bizco borracho y embriagador, estúpido sifilítico de la cruz. No, tampoco hay museo, ni las cinco, ni Madrid comido, ni química, ni putrefacción al son de la lista que te hace enloquecer. No, no, no: no hay polla nunca que plazca en el recreo forzado, chinescas luces en realidad pelambrera indiferente. Por supuesto, no hay Safo válida en el canto de Lesbos, por más que se lloriquee con un «no es capaz de mirarme a los ojos». Las cuerdas no son, no, ni el agarre neutro de la oda, ni los símbolos; es la escultura sacra, sí, pero como lo es desenlace coreano, flores sobre el estanque cubierto de sangre. Y no es, no, por más que parezca tentador, ese estanque la fuente. La fórmula es el loto, el parque, el cuerpo, nunca asfixiado por «cómo pudo más de la mitad construir la seta». La fórmula es solo lo sagrado. El collage de la vida: sagrada atención en mi dormitorio, refulgente, novísimo, traslúcido bermejo de las esferas. Perfección consumada en C… Bebe, libertino, bebe. No todo es tan sencillo. La belleza esconde dolor, y el dolor, belleza. Por eso, por eso mismo, libertino, el reinado espera siempre…
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José Rico Cejudo – Floristas en el Parque de María Luisa
Ennio Morricone – Love in the morning

Joan Miró – Peinture (Escargot, femme, fleur, étoile)
John Williams – Theme from Schindler’s List