Ese (¿qué?, ¿inconsciente?) esfuerzo que el ser humano realiza por dotar de una mayor seriedad a su existencia; ¡por engañarse respecto de que su vida, pasado y futuro, son como el espacio-tiempo!… Por dar importancia, como si fuera el hambre mismo, a los grandes eventos humanos; ¡énfasis a los mayores sufrimientos…!: ¡ocularmente fingidas dichas en astrales viajes; apóstrofes postrománticos al borde de sus precipicios, diseñados por atentos arquitectos; histriónicas reacciones de la madurez, frente al lírico joven, cuyo devenir es inmediatamente estrecho…!
Ese esfuerzo, digo, ¿explícalo algo más que el único instinto humano? ¿Qué dice el conductismo de la inercia? ¡Vacuidades; como ella misma! ¿Es que Skinner no conocía acaso quién era Newton; o no era capaz de ver, en cambio, lo que como un espejo podía ver del reflejo de sus muertos ojos?
Sí. Sí… El único estímulo… ¡el único estímulo de animales y humanos…!, ¿cuál es si no este año? ¡Este mismo año! Este año eternamente… ¡dispuesto hasta la eternidad de este modo! ¿Oh? ¡Oh? Y el majadero asno lo conoce bien. Lo conoce mejor que el aún más majadero Skinner. Porque la educación de aquel señor… ¡puñetera δύναμις humana! ¿No conoce la δύναμις que rompió la termodinámica; la δύναμις que permite la burda autojustificación de cada maldito individuo en su, por drogas inerciales y consuetudinarias, espejismo de libertad, ¡la imitación de Unamuno!?
¿Y no ven que las cosas funcionan así, me entiendan o no? Bah… Me entiendan o no… ¡Este autológico modo de expresión!…, ¿no comprenden, si no, que no es más que la única aceleración posible que encontré a mi deslizar…? Oh. Ah, sí, porque hasta la lápida me llevaré conmigo a Newton, Lope de Vega y Fernando de Rojas (no así al pútrido Skinner, si bien su…); el fracaso se olió y el abrazo fue vehementemente reflexivo… Pues… ¡A falta de qué! De cariño… ¿De cariño? ¿De tacto? ¿Del suspenso?: ¡¿dónde!? ¡¿Dónde reside?!
Mi propósito es polisílabo, y otrora no podía más que la inservible interjección «ay» balbucear. Pero ahora el mástil al que me amarré es astuto. Astuto, porque los cantos de sirena… Los cantos de sirena se los reservo a mis marineros: los fantasmas del pasado. ¿Y adónde viajáis? ¿Ah? ¿Que adónde? A un púlsar. A un púlsar… como tu ignorancia. ¡Como tu maldita ignorancia…! Sí. Como la óptica geométrica que anegó mi mente toda mi vida, ¿y seguirá haciéndolo hasta su tierno final…? No, porque ahora… ahora… Ahora voy a vivir de nuevo este año… Feliz 2021: ajá; ¡feliz 2021!; ¡feliz 2021, a los que como yo lo puedan volver a vivir, otra condenada vez más!
DOS MIL VEINTIUNO
XXXVIII. DULCE ONDA DE LUZ
En el del universo confín radiante
nació inexplicable la dulce onda.
¡Qué sonrisa la suya,
que en la era de Planck
al crepúsculo tierno besó!
Su mirada brillante
devastó la energía
de leptones y hadrones:
la fusión infernal se deshizo
con el cariño astronómico.
Su luz era como una risita
estelar.
La errante onda
tras de sí dejó libres, cual ella,
a las fuentes de la vida:
fotones de la realidad sensible;
¡oh, dolor de nostalgia presente,
luz del devenir nebuloso!
Roja pasión superlativa;
adamada por ella:
divina creación de la verdad;
el amor al Sol;
el deseo que la estrella masiva
tornó en infinita.
Explosión por ti causada,
inocente onda:
¡supernova sin igual en el centro del corazón!
El universo se derritió
en sumideros de donde tus compañeras
no salieron;
blancas incoherentes,
gélidas como tu cíclico avanzar.
Rebotes ópticos
por la energía de tu sola dorada copa.
Y los planetas se apagaron.
Eran brillantes
como Dios.
Ahora solo bebían de tu candor:
¡bésalos como a la Luna,
onda querida de allá venida;
luz del universo humano
al que confundida llegaste a parar!
Te parecía
como una fotografía;
azul,
infantil,
pero con un fuego interno que le hacía vivir.
La Tierra era tu mirada; viva,
¡como tú!
Reflejos por los que un día se apagará,
paraíso oscuro al que llegas
transmitiendo la igualdad
del tiempo frenético y cromático.
Ella no te captaba.
Viniste por accidente,
pero te gustó.
Te gustó…
¡cómo te adoramos,
por la tarea
de la Belleza del mar!
E hiciste magia con el mundo…
Era un lugar hermoso:
hábitat de algo distinto;
de un milagro diacrónico,
casi como tú.
Y otra onda de luz más,
del infinito poéticamente abrazado,
a mi nublada pupila cayó,
¡neutrón desaparecido
en la estrella de mi bermeja afección!,
cuando el cielo rebotó para volver
a la mirada de ti,
¡pasen kilómetros físicos eternamente felices
que a tu alma rocen por un instante…!
¡Para que una onda de luz
una el destino del universo;
nos una a todos los que
vivimos el estelar polvo cósmico;
nos una como al hidrógeno
fundió hace tiempo
el musical núcleo:
nos una la luz eterna
como la explosión dorada,
utopía deseada
de una galaxia lejana;
nos una como se une
el vasto universo
del sinfín de los siempre errantes astros!
Nos una, el día de Venus,
la cálida luz,
la cándida onda,
la áurea llegada;
nos una el mundo y su luz
a los dos
un día:
nos una a los dos
en su belleza inaudita;
nos una a ambos
eternamente
en su térmica muerte;
me una, adorada luz,
el día inmortal,
a ti…
XXXIX. ELEGÍA A LA ACTRIZ
No te conoceré.
Nunca.
Nunca:
como la vida es
a la muerte.
Nunca.
Nunca
existiré:
nunca,
pues tú
no entiendes mi idioma,
y vives
desde mi edad
dos años:
nunca.
Y el código
de mis genes
no bastaría
nunca
a Dios.
Lo contrario
de mi nunca
eres tú,
¡oh, dolor…!
Nunca.
Nunca:
actriz.
Por ser actriz.
¡Por ser actriz,
excelsa actriz,
yo soy nunca,
y tú
solo me eres
muerte
digital!
Solo nunca.
¿Nunca
viviste
si solo
lo hiciste
lejos
de lo que yo haya visto?
Nunca.
Solo
unas ondas de luz
proyectadas;
una voz
doblada
por fríos altavoces;
un movimiento
de electrones
reflejo
del real.
La realidad
filmada:
divinidad terrenal.
Para mí
siempre serás
nunca.
Y yo seré
tu nunca:
no
existiré
más que
para el estadio
de deporte basto.
Nunca…
¡Y sin embargo,
a veces,
nunca significa siempre…!
XL. ¿QUÉ HAY?
Mi entendimiento
araña pocas verdades,
pero ninguna menos
que la explicación
del magnetismo.
Es inaguantable
el grado sumo
platónico:
la locura
se ceba
del tiempo
genético:
de verdad,
¡respóndanme!;
si uno
no participa
de su reflejo,
¿qué hay
de bello
en la belleza?
XLI. RENOVACIÓN
Fue un año corto
de días casi infinitos.
Del candil pueril
fue,
por el rubor romano,
cliente.
¡Sí, cliente!:
como salido de una lata.
Lata
de que Kant
y Aristóteles
no bebieran,
y del que el
acompañante
bandera blanca
al amigo lanzó.
Y había pasado
casi todo el año.
La eternidad
es tan dolorosa.
¿Ya no más?
¿De verdad?
¿Tanto daría
por volver…?
¿Tanto
como
para romper
el corazón
aniquilado
del que bebe
de una triste luz?
Oh. Llegó
al final:
solo después
de Debussy,
Tartini
y Albinoni.
Muertos como yo,
los recuerda
empero
un alma muerta.
Pero de mí
este año
quedarán hace un año
ya solo papeles…
Papeles como
los que hacia ti iban.
Pero hay tanta idiotez
entre la humanidad,
que el desierto
se declaró
nulo
en la embestida
cineasta.
Bah.
Bah…
XLII. RELATIVIDAD GENERAL
La física
es
fuente perdida
que no finge.
El espacio
es al tiempo
lo que la estética
perdió
por la ética:
robo lunar
del desesperado
dos mil veintiuno.
¿Ves
que hasta
el infernal binomio
acierto a sentir
en su máximo doler?
Y su raíz
es como mi demencia:
inaugura
la temprana vejez.
Por la diana
es ya ilustrado:
la fragancia
une el pasado
a la pérdida;
intento de giros
afectivos:
por lo que
puede un cuerpo
filosóficamente
de su libertad
determinar,
¿por qué
la gravedad
ha vuelto a así
curvar
mi habitáculo?
¿Por qué
el artista
condiciona
lo que la camisa blanca
otrora fue
en furor,
por periódicos
de interacciones
elementales?
Y se pudre
como podrida
mente
la del castigado:
oh, efeméride
que evoca
el matemático
teclear.
No recuerdes
agujero negro,
tal que
el tiempo allá,
atrapar lograr ha;
cual
el collage
haralo
cuando diste
tanto
del paso efector,
como unidad astronómica,
del atrás:
mañana es igual a ayer,
por la ordinariez
de la terrenal mímesis:
huye de la ternura
eléctrica,
no sea que tus mapas
acaben arrogantes,
perdidos,
destructores;
como con el diablo elíptico
vía la infesta droga
en la noche poseídos;
de nuevo
por pobres,
¡oh, pobrísimos caminos…!,
oh…
se electrificar…
XLIII. PUTREFACCIÓN ADQUIRIDA INSTITUCIONALMENTE
La estupidez
alcanza
la esfera solamente alcanzada por el arcaico alumnado.
Tan podrido
el pez se revuelve,
que la vida
no lograra
del mar escapar:
estolidez en la refulgente mirada de la ceguera jactanciosa,
que contempla
en el laboratorio
físicamente
la suplantación
bárbara:
como ellos,
reflejo de la
más putrefacta estulticia: creación caribeña que ríe ante su muerte.
1.
Es
ese
número
que alcanzan
a pensar del hombre:
especular fantasía de lo que no son.
Así se los ve, patéticos, en la escena sacudiéndose:
histriones que miran tras la punta de la pirámide invertida.
Hasta no alcanzar la tumba que los ecualizará a la alcohólica mamarrachada: ¡10!
XLIV. DICIEMBRE HUELE COMO EL AJEDREZ
Lo aceptas.
La esperanza temporal
se agotó
como cinco películas.
El teatro portugués
no era cierto:
era solo una partida de ajedrez.
Cuando al fin
la pareja de alfiles comprendió
el filo de la diagonal,
que hacía más fuerte
a cada uno,
el año
abandonó
sus sesenta y cuatro casillas.
Solo queda una columna,
pero allí solo
la rocosa torre
puede resistir:
vende el alfil
al pasado,
porque el juego
se acabará
ayer.
MADUREZ PUNTUAL
XLV. HASTÍO
Del laboratorio
surgió la especie escolástica.
Su fragancia era
simplemente empírica.
La formalidad
casi cuadrática
decidió anegar el tubo de escape
por el que gozaba leyendo la República.
Era místico.
Pero ayer ya no.
La pendiente
ya no hacía tropezar
a alma alguna.
Ya, nada…
¡Pero la máquina tremenda
y barrocamente católica
apareció remando por la punta!
¡La punta de la Victoria
que ya no era cinemática
ni burdamente lograda!:
el quadrivium de la ética
se tornó en Boccaccio
estrepitosamente.
La esperanza es gótica;
tanto como tú
y el vehículo
que prestamente al Santo destruirá.
¡Sí!
Tanto es así de rojo
que el gasto será absoluto.
Mas tal reliquia alcanzada,
¡cansará aún más!
XLVI. DIGNIDAD
Hubo un tiempo
en que la dignidad me era
como el oro a un campesino:
la inutilidad consumada.
El orgullo
se había disuelto ya
años antes entre el computar de
datos e incomprensiones;
o el programar raudamente
desdenes lacrimosos.
Pero el cacao exterminó
al azteca blando
en la cacería del árabe jaguar.
La cueva celeste,
adictivo acantilado,
¡no vale al campesino!
La Meca solo la alcanzan
unos.
Tampoco diré
que son mineros de oro.
Pero nunca son campesinos.
¡Siempre porque
la Giralda es robusta y elaborada!
¡Siempre porque
la montaña cocina en tal horno!
¡Siempre porque
Platón interviene aleatoriamente!
¡Siempre porque
el retorno está orientalmente amado!
¡Nunca porque
la sombra del sombrero de paja
no basta para labrar la tierra más fértil!
Sino que hace falta oro.
Oro.
Oro…
Y yo al fin de las platas escapé.
XLVII. EL APETITO PERSA NUNCA SERÁ BLANCO
Idealismos que atravesasteis,
en la muy cortante cápsula,
mis entrañas indefensas:
¡gangrénense en la tumba,
lecho de lupanares;
zaquizamí de sacerdotes
ahorcados rojamente,
por el encarcelado aire!
El bien metálicamente
fatigose anocheciendo,
por la cruz ennegrecer:
sin talar árboles
¡consumiéranos ayer!
La mazorca
río de sangre,
empero,
se coronó
en su extinción:
¡tampoco la maldad
asegura la existencia!
Conque el punto de equilibrio,
tras repulsivas fórmulas,
hallar habremos
en combinaciones
que detonaran, brutales,
cualquier ruborizarse.
¿Asesinatos olímpicos?:
¡si la escapatoria no es persa!
La escapatoria
no es persa…:
la escapatoria es el egoísmo del otro
en el antojado infierno
de la munición arduamente usable.
XLVIII. LA POESÍA ADOLESCENTE
La poesía adolescente
roza el cubo de basura cercano.
Llueve si no llueve.
Llora si no llora.
Es inactiva
como el desierto.
Escandalosamente infantil,
y engreídamente pedante.
Asquerosa,
casi siempre
por encima del nivel del mar.
Y obsesionada con una galaxia.
La poesía adolescente
es como la mente
de Kant.
Seduce a nietzscheanos
y a criminales;
seduce si no seduce.
Pero solo al terremoto marciano
siempre por Dionisio aturdido.
Blaf.
Que su palabra es neotomista
revestida de ti.
Adolescente
muerta dentro de meses.
Dentro del tiempo
que la candidez
ilustrada,
y luego becqueriana,
y luego garcilasiana,
y luego surrealista,
y luego la madre
que lo parirá;
¡para al final
consumirse la adolescencia,
patéticamente diseñada
etapa por Dios,
en la estolidez asintótica!
La poesía adolescente
lleva tu nombre.
Réprobo logaritmo
que te arruinó la mente…:
¿quieres al fin
escribir adultamente?
¡Pues ya es el tiempo!
¿Vas a al fin
acabar lo acabado?
La poesía adolescente
es el símbolo
de la impotencia infantil
frente a otros sujetos.
Es la infancia
de la filosofía:
¡y sus raíces son
igualmente un sepulcro!
Un sepulcro
del que surge
el existencialismo;
el sepulcro
que la ató.
¡Sí; el tiempo!
El sepulcro que,
atándola,
te encadenó
a la nao
de este viaje interestelar,
tan burdamente planeado.
Porque la poesía adolescente
supone
un viaje
al abismo,
imaginado por aburrimiento;
eternamente amarrado;
eternamente idealista;
eternamente francés;
eternamente socrático;
¡tan eternamente nuestro!