La palabra.

La motivación impulsiva. La boutade. El cripticismo. La expresión sincera. El caos: ¿qué caos? ¿Qué caos más que en la palabra? El ánimo de recogerse, de abrazar la fijación del frenético fluir. Perogrulladas, perogrulladas, perogrulladas. La palabra: echar el rato. La palabra: mejorar la vida. La palabra: joderse la vida. La palabra: ¿qué decir de la palabra? Porque sí, tantas y tantas y tantas parecen esas ideas conforme uno recorre en bicicleta las calles colapsadas de transeúntes, los árboles meciéndose al son de las bocinas, la belleza de una joven que corre para no perder el autobús, las miradas extrañas, la soledad reconcentrada, el tropezón con la acera en mal estado, la soberbia de la Giralda, el olor de la lluvia, el azote del viento, caliente, frío, caliente, frío, cada año, el tiempo, el escurridizo tiempo… ¡Tantas ideas parecen! Y siempre son las mismas… Siempre la palabra, que va y vuelve, va y vuelve como va y vuelve lo que, escribiendo, procuramos no repetir. Va y vuelve, y va y vuelve… la palabra…

    Fíjate. Así tenemos días en que discurre el pensamiento como el Guadalquivir parece indicar el fin de una etapa. ¡No! El Guadalquivir no indica el fin de una etapa. El Guadalquivir está ahí, palabras, y ustedes lo arruinan. ¿Y qué relación existe con las palabras? A veces el ensimismamiento en el grifo, ya en la bañera, ya en el lavabo, ya en la ducha: ¡15 minutos! O a veces en el autobús, quizás cierta noche conduciendo, aunque nunca haciendo el amor, quiero suponer. ¿Qué relación? Un iluminarse viendo la puesta del sol, un transformarse en el falso Buda, un abrazarse a sus fantasías, un cambiar el pasado, un agarrar el presente motivado, motivado impulsivamente (¡anda!); un tocar, sí, como el arpa, en danza de las estrellas, oh, oh, cual poesía ininteligible: un tocar que, repito, es celestial, pero tan celestial que reside en la palabra… Casi un orgasmo mental, la liberación del deseo de toda la especie ahí, ahí, en la pluma de lo que canta, canta o gime, o incluso habla. Sí, la palabra a veces es como en verano, cuando, ociosos, procuramos la conversación inteligente. Perogrulladas, perogrulladas, perogrulladas. Que si motivación vital, que si objetivos, que si terceras personas, que si sentimientos, que si la amada, que si una película, que si la sexualidad, que si la inteligencia, que si de historia, que si de ciencia, que si motivación vital, que si de objetivos… ¡Anda! Y corta, corta porque esa es la profundidad. «Con nadie hablé tan profundamente como contigo». «Congeniamos bien». «Es muy interesante hablar contigo». Las palabras, ¿interesantes? ¡Ja!: «Por mí hablamos todo lo que quieras». «Me gusta la poesía». «¿Qué libros me recomiendas?». «¿Cómo se medita?».

    Así, así, así, pasado mío y tuyo y suyo. Da igual. Es eso: empatizar con la palabra. Podrías ser tú, o yo, o quién. «¿Qué temas de conversación les sacas?». «¿Cómo lo haces?». Calla, calla, por favor… Me haces venirme arriba. «Estas preguntas son de interés…». No. No. No. Dejemos de hablar y hagamos el amor. Ahora, entonces y cuándo. Las palabras solo retrasan. Son el exponente de la putrefacción social. Observa: no conversan. Van a ello. ¡Cómo pueden! Me miró con ojos de corderito: desea una conversación, y no esa incomodidad. Procuras la palabra con esos ojos, lo sé. Pero yo procuro los ojos. Los ojos, con la palabra. Además, siempre se quiere lo que no se tiene, mas… ¡Es mentira!

    Me pregunto ahora mismo si acaso me hago, en lo más mínimo, de entender. Escribo conforme me viene a la cabeza lo que debo decir. En esta ocasión, en contra de lo que pensaba, las palabras están saliendo, aunque con el mismo desorden que en mi mente o en la tuya. Y no pienso revisarlo. Se leerá mal. Estará mal escrito. ¿Qué más da? Son palabras, están podridas y muertas, ¿qué más dará si son bellas o no? Aunque se admitirá que… ¡Nada, nada, nada…! Lope de Vega, o se es Lope de Vega o se es el transeúnte de Recaredo. Y no hay más. «Pero qué bien te expresas, por Dios…». «Tienes un gran don de palabra». «Se nota que tiene la cabeza amueblada». ¡Ja, la cabeza amueblada! Como si las palabras amueblaran acaso la cabeza. Como si un diario no generara adicción en tanto que ordenación de lo que, tan solo horas después, vuelve a ser un estropicio… Aunque también los hay que dicen temer enfrentarse a ellos mismos con la palabra. El móvil. El sexo. El alcohol. El deporte. Los videojuegos. La comida. Los memes. La estupidez humana. Sí, sí, sí, vale, pero ¿y qué? ¿Qué más dará? Ve en el bus, ¿te preguntas por qué no hablan? ¡Y qué más dará! ¿Y por qué no piensan? ¡Y qué más darán! «Son zoquetes, solo se puede hablar contigo». Algo malo dice eso de mí, y de ti, y no… Y no… Las palabras se contradicen a cada rato, ¿dónde ves el orden mental? «Me encanta cómo te expresas». «Pareces salido del siglo de Oro». «Parece que en vez de militar quisiera ser poeta…». «Como él». Como él, él, él, él, él… ¿Quién es «él»? No es lo mismo que «yo»… Yo, él, ¿qué palabras son estas? «Ellos y yo» y la paranoia. «Pero se acerca a hablar conmigo». «¡No me cortes el tema de conversación…!». «Es increíble». Mientras dices que es increíble lo crees. Mientras la Luna es de sangre, deja de serlo. Mientras los brotes verdes auguran la primavera o las hojas del otoño rozan con delicadeza cada capa de aire tú sigues con la mirada inyectada en sangre de poemas, poemas, poemas… La belleza, encima, o de Lope de Vega, o del transeúnte. ¿Para qué perder el tiempo entonces, si no se sabe escribir? «El azul significa la tristeza». No. ¿O sí? Es usted un sofista. «El frío habla de después de echar el polvo de su vida». ¿Esto qué es, para compensar? Anda, literatos, anda. «La mina de rubíes; el torpedo divisor…». ¿Qué es todo esto?: Mierda. Y sin embargo alegran un día del pasado (tan pasado) de instituto, de Universidad («¡oh, qué momentos estos que tanto recordaré…!», a la par que resido en el libro…). Sí, el pasado y las palabras. Un día, y lo lees, y te carcome por dentro, o ríes, o te mata directamente. O cuando piensas que era peor de lo que recordabas, o cuando piensas que era mejor de lo que recordabas, o cuando el juicio ajeno te descoloca en el presente y lo entiendes solo a posteriori. Sí, sí, todo eso es la palabra, todo eso los puntos, las comas, las diéresis, las interrogaciones y, sobre todo, las exclamaciones, sí, sobre todo, las exclamaciones y los apóstrofes.

    Admitido este caos ya interiorizado, pues es perogrullada enunciarlo de otro modo, notemos que tampoco es mejor el número. Ir de uno a otro es… Como escribiera un yo pasado mío…

DIGRESIÓN MATEMÁTICA

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I. ÁLGEBRA

AXIOMÁTICA

. . . . bi . : : tri . . . . tri tri tri . . . bi tri . . . . . . . . , conj . disy , . : bi tri conj bi c ; bi ; : 

OK

. , . , ; : … ; … ; . bi tri bi tri bi tri bi bi bi tri bi tri 

… ¡ aaa 

… ? eee

¿.,.,…;:,.,;:¡!?¿!? – conj . – > . ; ? ¿ aaa ! ? eee .. . . .. … …… ; : . :; ;;;:;:;:;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;; -> .

¿? > 1

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0,,,,0,,,,0,,,,0,,,,0,,,,0,,,0 conj eee ……………….. ,,,,0 < ,.;.?¡!,., eee aaa disy conj ,.?;;., -> n

0n,,,, 1
0,,,,0n 2
0,,,,0,,,,0n 3…
¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿? 1

¿? -> 1 ¿? -> ¡¡¡¡¡¡!!!!!!

OK

¿…? 1,2,3,… ¡ ! ¡ ! .; disy conj … ; tri bi       bi bi bi                tri tri tri                                       .
¿…?: Bi, tri, disy, conj. ¡conj! > 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, …

eee + aaa = ¡OOOOOOOOOOOOOOOOOO! conj ¡1!

conj y
disy o 

¿OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO? O, O, O ((ESPAÑA))

NO. bi + tri ===== ¡?¿1’2,938,#j12,39481,2.,10<mso2>mxncj{]]12]|23]~5|@#~~€¬8¡][[{{
!»·$%(&//&)(/=(?)(IUUIHJHFYTDSYHQÑ*¨*¨¨:^P¿=?)=?¿PǨ*¨_Ǩ¨:_;_;Ѩ¨*^¿?)?)¿??=?¨Ç::ÇÇ:*L¨:¨:;Ñ;¨*¿=!))?·(!=(·&)(!»O!PL»ÑL;!·L!K·=!)»?(=!=)·/(!=)·»I!¿=OLÑL>;ÑKXJPI!YU·=()!&·=(UÑ;NMX;!P»U)=!)(·/U?!$U!?·)»K¨^LK»;!:_;¨>ÑLZ^P=)!?·)!U=$(Y$/)!(«/YU=»IPJ·ÑKDIJÑ!L;»_!·LK!¿=·$?»()/$)&!%&·%$/!$»(/)()IA¿P!;ZÑ:M;XÑ;NCOI»U=(·!/=)?=»)O!¿?OPL^!PÑL:Ç*Ñ:A»¨ÑS:»ÑPLO»IE)?OI?R»I)I·!OI!*P»^L!»:;¨:!_:;MLK·ÔI!U!ÔI·$*!PKNPÑ = 1

¿?

OK

LINEAL

Canta, canta, canta tri tri tri bi. Oh, ¡oh! 1 + 1 + 1 ¡OH! CALOR. No. Estatuas. Tri tri tri. Bi bi. Cuatri. Cine. Flores. Cielo. Alma. 

NO: MÚSICA, FÍSICA, QUÍMICA, ECONOMÍA, GEOLOGÍA, MÚSICA, FÍSICA, QUÍ… ¡QUÍMICA? ¿QUÍMICA? ¿MÚSICA?????????????????????????????????? ¿GEOLOGÍA??????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????aaaaaaaaaaaaRQUITECTURA ÓPTICA INGENIERÍA ¿ecoNOMÍAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA? ¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬

¬¬¬¬¬¬¬¬
CASA DEL LIBRO
¬¬¬¬¬¬¬¬
DIENTES
¬¬¬¬¬¬¬¬
ROMANCERO
¬¬¬¬¬¬¬¬
ROSTRO:;;!»!)=·!=·$p!()$(!?)·!=)·?=!)·?!=()·?!)(«·?!ñ¨çñ·!*¨»
!*¨!*^·_*!¨_
«*!¨
!Ȭ_
!Ȗ
!*Ȭ* ANTEPARTIDA

Tri. Antepartida, geología y química y música y qué qué qué 0!··??·0=1!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Es el pasado, no el presente.

ARITMÉTICA

¿Es útil? No.
¿Naturales?: Axiomática. ¿Dios? …
Calláis, calláis. Es ciencia. Es exacta. ¿AXIOMAS? Existe un tal… Sea. Let. Mod. ¡AH! ¿0=1? 
¿NO? DIOS DIOS DIOS DIOS. ¿Ética?: Filosofía, esto es ciencia, amigo.
+ + + + = + + + + ¿ AH ?
Prejuicios: cántale un… saetista.
Cómo, isomorfía, ¡cómo!
DIAGONALIZACIÓN: pasión del calor.
(MUC LIT MEL MUR CAL ANP) CALLA GRUPOS:

No, piensa en el MCD: MCM/MCD *************** AH TEOREMA.

NO:NO:NO:NO:NO

Tómese . e ,
Dados tales, surge la vida.
¿La vida? Sí, la vida.
¿Cómo? Surge.
¿Pero cómo? Surge.
¿Entonces? Son las leyes, amigo.
¿Amigo? Camaradas.
¿Pensáis? Socialismo.
¿Idealicé? Idealizaste.
¿E? E fue una tarde.
¿Dónde? Ahí no.
¡Arrogante! ¿Dios?: ¿DIOS?

Tómese bi .. tri.
Dados tales, surge la entropía.
¿El calor? El calor. ¡EL CALORRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!
¿Por qué? ¡EL CALORRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!
Puesto que es la vida. ¿De nuevo la vida? 
El mismo problema surge, pues.
Mas la vida es…

Blanca como el velo posado sobre ese cercano, cercanísimo pasado.
¿Sí, recuerdas?
Tal como un decimonónico personaje,
vagando las calles en su delirio romántico,
con dandi patetismo,
tal como una rosa a la roca más dura (STEINER),
así como, así como, así como
¡ENTIENDES!
(ENTIENDO)

Así es, así es.
¿ESPERANZA? No… Sí… No… Sí… Vas y vienes como el viento del suponer.
Rocíame, sí, por mor del pasar temporal.
Qué torpeza. ++++ = ++++ ? Qué torpeza. Un escalar, un… un… un… tómalo, por favor.

 II. ANÁLISIS

Oh, dulce llama que motiva el pasar de los días,
dime el nombre;
dime el nombre; …
Ya te pregunté: ¿dónde reside?

La ayuda sincera: la ignorancia del mundo.
El estudio frenético: el egotismo ilustrado.
La reconcentración mental: el freno a la lujuria.
Festines y orgías: el fin de la ética.
El equilibrio: la mediocridad.
La aceptación de la mediocridad: avance lento y consecuente truncado de la aspiración intelectual.
Masterización: idiotez, en sentido etimológico.
El don del verbo: sofística.
Anti-sofística: incapacidad de transmisión.
La buena docencia: extirpación del tiempo de estudio.
Vida intelectual: vida insana.
Vida sana: vida ignorante.
Ficción: no realidad.
Realidad: borrado de una genuina experiencia vital.
Cinematografía experimental: egocentrismo.
Indiferencia e individualismo: soledad y castidad.
Ciencias: Anti-filosofía
Filosofía: Anti-ciencia
Arte: Taxonomías
Física: Pérdida de perspectiva
Matemática: Pérdida de realidad

Un tal febrero: 2/2/2022

Un poema conozco que en la plaza arbolada
en otoño cantara a la fresca arborada.
A los ojos tan dulces de las hojas marchitas
confiaría el verso del romántico artista:
sus caricias del aura matutina infiel pista
a mi voz enviaría en fingidas perlitas.

En el mármol violeta el grave rostro reiría,
al disfrutar la unión que la frialdad manaría:
pues soledad y muerte casi rozan sus manos,
cual el joven y el muerto en la plaza lamentan
un dolor ya llorado en las historias que cuentan
de pupilas, poesías, y relatos hermanos.

 Una vez que buscara yo unos ojos distintos
que en el cielo del alba, me perdí en laberintos
cuya osada salida no encontré todavía.
Sus reflejos oscuros me aturdieron la vista,
en suplicio tremendo el perderles la pista.
Y así Bécquer me dijo: «¿volverás a la mía?».

Mi respuesta fue clara: «cuando ella me diga»;
su consejo siguiola: «Es decir: nunca. Siga
tu cariño vagando en sus bellas pupilas,
pero sabe que plazas como esta que habitas
no vendrán más al tiempo, si por luces evitas
compañías más claras que traidoras pupilas».

Solo ahora comprendo las del poeta advertencias,
y el silencio del labio suyo de herencias
tan amargas como ardua ojeada la tuya
que es a mí tan ajena que me pierde mis brillos.
Plazoleta pasada, fantasía de anillos,
no me olvides por más que esta efigie alba tuya

me condene el yerro, desterrándome el alma
del lugar donde fui el de mayor hombre calma.
Suficiente tendré ya con exilios injustos,
tras los años de amor al silencio más fino,
tras los años de amor al retrato divino,
tras los años de amor a pupilas sin gustos.

CÁLCULO

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Olvidar la palabra y depositar la esperanza en el número es, pues, un despropósito. Es el momento en el que la palabra se agota, muere, como un cuadro en blanco en la película, como dibujar una manzana, una araña, un gusano, un corazón en clase de biología. Como escribir en griego a la nada como si no entendieran; claro que entienden, son lo mismo. Y recuerdas el paseo, recuerdas el paseo. Qué mal escribes. Las bellas artes. El teatro. La pose: las palabras. Hipocresía, vendida, Tinder, textacos, fracaso: Gimnasio, el silencio de la palabra. Pues, en efecto, la mente es el sinsentido. «¿Cómo te llamas?».  «Cristian, ¿y tú?». «Encantado, perfecto, ya nos vemos…».  «Qué buen día hace…».  «Sí».  «¿Qué tal el trabajo?».  «Bien, ¿qué tal tú?».  «Bien. Buenas noches…». El Jarama el Jarama el Jarama y la Nada: siempre en los libros se acaba hablando de terceros, pero además de ser la vida misma es que los escritores tienen que decir algo. ¿Qué le importa a la gente más que el tercero?  «A mí no…».  Entonces elogias el samsara. Sí, el samsara. ¿Entonces qué pasa, ya la palabra no tiene utilidad? ¿Si toda charla es estúpida y ociosa, si todo tema filosófico es fútil, si todo debate es estéril, si toda enseñanza es perogrullesca, si toda palabra carece de sentido…? Retiro espiritual, retiro silencioso, ve, ve, ve y habla allí contigo, habla, habla, habla… Es la naturaleza del ser humano, amigo. Bueno, quizás pienso mal y sí se aprende. Francamente, se aprende, pero es que… el silencio habla. ¡Anda! Incluso el silencio habla: «Es que parece poco experimentado». Y yo te pregunto por qué:  «Habla…». Habla en la mañana, con el niño, la madre, el amigo, la amiga, el abuelo, el padre, la alumna, el profesor, la profesora, la novia, el animal, la Tierra, la Luna, el Sol, las plantas, el cielo, la almohada y, cómo no, en la cama. La palabra está ahí, inclusive en la felación furtiva, en el trayecto de tren, en la lectura del libro, en el estudio de las matemáticas, en la discoteca poética, en el mar y en el río, en la lluvia y en las nubes, en la música y en el cuadro, en el monumento y en la naturaleza: allí, como romántico todo lo comenta en la noche, y como renacentista todo lo comenta en el día. Pero el calla, calla, calle es ir a meditar y angustiarse, y en el meditar aceptar la palabra, pensar en la palabra de las monedas cayendo:  «No te frustres: cogiste multitud de monedas en cada instante».
    Sí, eso quizás no lo parece. En un principio era fácil, ¿o no era fácil? Pero la palabra surge como desaparece del lienzo en blanco, de la melodía de Cage, de la nieve en verano, del amor en la vida. Del caos aparece y desaparece y «eso es que estás en el buen camino». Mas lo dudo:  «Escucha a los maestros». Ah, pero luego que escuche a mi cuerpo, a mi alma, al mundo, a la iluminación, y para ello palabras, palabras, palabras. Pero no hay incongruencia, me vale, más que en la vida occidental: en las gradas ruidosas, estate silente. En la fiesta nocturna, no te abalances. En el gimnasio concurrido, resta tranquilo. Cuando la veas a ella, aquieta tu mente. ¿Qué mundo es este? ¡Si la palabra está por doquier, por doquier! Y la exclamación, aunque, ahora que lo pienso, la interrogación. Está en la cocina mientras se cocina, está en Twitter, está en la angustia del baño, está en el intercambio de palabras en una sauna, está en un avión, en un vestuario, en una tienda de ropa, en una librería, en un vídeo, en un libro, en una película, en la seducción, en la persuasión, en la sofística, en la manipulación, en las logomaquias: en el logos, la palabra. Calla, calla, calla en la cocina, en Twitter, en el baño, en la sauna, en el avión, en el vestuario. Calla, calla, calla en el Buda, en el Tíbet, en la estantería, en el ordenador, en el escribiendo, en el leyendo, en el tocando el piano imaginando, en la calentura planificada, en la limpieza, en… Barre, barre y recuerda.  «Ayudadme a barrer…». A barrer, sí: a barrer las palabras.
    Hete aquí que surge empero la necesidad. La palabra te controla, te impulsa como impulsa el genio natural a la promiscuidad o la vaguedad a la procrastinación. ¿Es la palabra parte racional? «La escritura hará a los hombres perder la memoria». Mas ¿qué es la memoria sino palabras y palabras? ¡Reminiscencia, almas inmortales, pechos ardientes, granos de arena, platanero junto al riachuelo, tango cantado, baile relatado, hazaña narrada…! El pasado, la memoria, son esto: palabras. Como las palabras son el polvo de estrellas. Como esta tinta cuyo funcionamiento es ininteligible. (Para ello los númer… ¡Qué números?). La palabra, pues, te domina y te lleva a escribir en primera persona. ¿Qué tercera persona? Si soy yo, o él, como ella. ¿Ella es eso? Escríbalo. Yo soy esto, escríbalo. En la posguerra o en la cafetería, en el hospital o en la feria, en la camisa o en el traje, en el «mí» o en el «ella», la palabra… «No se entiende. No todos saben sobre Clitemnestra». Bueno, será como criptografía en cuarto de carrera. «No es lo que se te pedía». Bueno, mi palabra contra la tuya. «Escribes frases demasiado largas». Palabras… «No es bello». No, joder, eso no. Déjame al menos, Erató, tú, por favor, algo de capacidad para… «…». Oh, Dios mío, Dios mío… ¿Recuerdas? Qué malo que era…

20/10/2021

No.
No puede ser que tú también,
otrora gustando los frutos del vergel,
ideal enemigo de mis sombras,
eterno repetidor del ¿otra vez?,
caigas fulminado
en el pozo de esta discordia.
No.
No puede ser que tú también,
fantasma telúrico de la flor,
afortunada corriente:
vividor paradisíaco
de los perfumes del ardor;
dotado tú,
de las alas de la pretensión,
hayas caído rendido
ante el rosado trono
de esta consumación.
No.
Me niego a aceptar que tú,
amigo encadenado,
como el Sol,
por un deseo,
bebas de las mismas miserias
de las que lo hago yo.
No.
Me niego a aceptar que tú,
como un triste ángel caído,
te arrastres conmigo en las mazmorras
en vez del metálico golpe,
y a cambio de la celestial admisión.
No.
Me niego a llorar junto a ti,
extraño,
hasta que conozcas también
mi futuro dolor,
que llegará tras la Luna perdida:
el apocalipsis de la eterna inacción.
No.
No estaré yo contigo,
amigo,
hasta de … vengar
viviendo,
sabedor del infinito doler,
tu religiosa misión del comienzo,
hasta que Dios su diablo ondee.

Calla, calla, calla, calla, calla, pues pareces loco. ¿Bello? Pues no, no es bello. Ni el poema, ni la palabra, ni la referencia, ni ninguna referencia que pierda su esencia al: ¡qué falsa descripción! Como la hipocresía de un mensaje, de una carta en la cárcel, de un poema antiguo, de un tal Tenorio, de un pabellón que vendría solo… ¡Y ya reías, cuando el fracaso era de tu palabra! Pues la risa es una palabra. Y el silencio es una palabra. Solamente la nota «La» no lo es. También el pasado, también Platón, también Fedro, también, también son palabras. ¿Qué decía entonces yo hace dos años, casi tres, de la escritura, imitando a Platón? ¿Qué decía yo? Sin redes, sí, pero con la red mental de una telaraña de los más enmarañada. Y el latir del corazón, sí, que el burbujear de las palabras no puede contener. Y el nudo en la garganta que infinitos cantos no pueden deshacer. Y el hervir de la sangre, el malestar, casi el vómito y el asco tras el poema podrido de una lección, una lección de palabras mentales, nunca en voz alta, nunca, nunca tienen como antídoto al decir. El silencio tampoco lo conozco. Yo no conozco nada. Quizás al animal. Quizás a la planta. O al monje. Qué tranquilidad… Qué tranquilidad impera en el universo, qué paz la de los muertos, qué satisfacción la de las piedras, qué de todo ante la inquietud en la cafetería, el sentido de la vida, las birras, el «ahora no, por favor» o el «con este delante es imposible». Los que cambian de dimensión de la palabra, qué fortunio… Y a la par, mañana, dirigir la palabra a la belleza pura, en el contexto del hablar, del discutir, del debatir. ¿Qué ganas, dime, mundo, tienes del orar, si no es de otra manera? Déjese la expresión oral a otro mundo diferente, déjese el placer del deleite mental por medio del pensar a este, este, este. Otro mundo es este. La pequeña mota de polvo azul aislada en el espacio.
    Pareces conseguirlo, una tercera persona. Pero no consigues el amor genuino ni la paz. Estás más exaltado. Escribes vertiginosamente, casi sin poder parar. No saben expresarse aunque tú te expresas, unos te alaban y otros te atacan. Tú mismo denuestas tu propio… Y llega. Y el silencio cae. Y las palabras caen con el silencio. El genuino gris mental es la conversación trivial, el ruido de unas bolsas de basura, de unas puertas, de unos pasos, del rozar los neumáticos el asfalto mojado: ese gris mental que no permite meditar pero que calma como la música, más, seguramente, que la palabra en la primera persona. ¿Pero qué primera persona? Qué primera persona. En una fiesta, en una discoteca, bailando, haciendo el ridículo, vestido para calentar, vestida para liarse con un petardo: eso es la primera persona. ¿Qué va uno a buscar en la primera persona, si la primera persona está corrompida por la propia naturaleza humana? La primera persona, ya lo dije, se acaba transformando en una segunda y una tercera: un discurso mental que no habla sobre uno, sino sobre los demás. El chico, la chica, el amigo, la amiga, la clase, el parque, la ropa, el mundo, la madre, el padre, la uni, la comida, la ducha, todo lo que siempre es el ello, nunca el yo. Y ya estoy harto de las comillas, ¿qué más darán? ¿Y por qué siempre uso comillas castellanas en lugar de inglesas, como si yo hubiera de defender mi idioma, como si mi idioma me representase? No: no somos lo que pensamos. No somos nada de nada. Somos, y punto. Ni lo que comemos, ni lo que decimos, ni con quien estamos, ni lo que pensamos: somos. Y ese somos no puede representarse ni teatral, ni narrativa, ni poética, ni filosófica, ni ensayística, ni científica, ni matemáticamente. Ese somos se siente al margen de la palabra y el número, al margen del mundo en sus detalles, sino en su todo. Y decirlo resulta ridículo, perogrullesco, hippie, panteísta, místico, feo, estúpido, y parece una conclusión a la que se llega sin reflexionar, que causa indiferencia por su carácter de tópico más que manido, pero yo no sé qué esperan, francamente, de la palabra. Lo que no está descubierto, concierne al mundo de la ciencia, no de la literatura, y en esta última, así como en la filosofía, lo novedoso será lo revolucionario estéticamente, lo ingenioso y lo bello. Yo ni soy revolucionario estéticamente, ni ingenioso, ni bello, y hace tiempo que no aspiro a nada de ello. La palabra es la palabra y nada más que la palabra. Más no puedo decir: la expresión nunca, jamás, de ninguna manera, dará para más. Y diría Schopenhauer qué sé yo de la música, y los renacentistas qué se yo de la escultura, y Einstein qué sé yo de la física, y Platón qué sé yo de la filosofía, como Gödel qué sé yo de las matemáticas. ¿Qué más da? No dejan de ser palabras, palabras y palabras: palabras que jamás podrán dejar disfrutar de la música del cosmos, palabras que jamás, en su presencia, permitirán descubrir la belleza de un cuerpo; palabras, que, sin comprender la esencia del universo, sin desentrañar el porqué de la lógica, sin poder expresar nuestro mundo interno, y sin tan siquiera poder transmitir ni gozo ni placer, ni dolor ni tristeza, pueden despedirse, pueden despedirse de una vez, para que al fin sea posible un… (¿Acaso crees que por medio de la palabra buscaba encontrar un final hermoso? No lo hay, no lo hay. No se me ocurre, ni se me ocurrirá, como nunca escribiré la novela que quiero escribir, sobre mí, en carne de un cualquier personaje, y como nunca me leerás, aunque, extrañamente, algún pobre diablo hay que, deseoso de palabras, acude a este blog desde hace unas semanas: sea usted mexicano, argentino, estadounidense, español, inglés, sueco, marroquí, venezolano, costarriqueño, alemán, chileno, peruano… como los que aquí sin sentido alguno han venido a leer, sepa que me vengo a referir a… Nada. Nada. Nada. Silencio. El silencio que desinfla el clímax de una canción. El silencio que destruye el gemido que supone una sentencia hermosa, un aforismo memorable… Nada, se desinfla. Las intenciones cambian, y callar, o sea, borrar lo escrito, ¿qué sentido tiene? ¿Qué conexión han de tener las palabras, si de aquí se entiende lo que…? Si total todos estamos encerrados, cortados por la misma… sí, sí, seamos circulares, seamos como el transeúnte a sí mismo entrando en el bus, mientras va y vuelve circularmente la bicicleta, va y vuelve la brisa, van y vuelven los árboles, va y vuelve, va y vuelve, va y vuelve: «Buenas. ¿Qué tal?». «Bien; y tú, ¿qué tal?». «Bien»… 

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